Si hablamos de izquierda hay que hablar de revolución, de antiimperialismo y de lucha de masas

La política de alianzas, el Frente de Izquierdas, hay que construirlo con sujetos políticos y sociales muy diversos, en ello no hay exclusión alguna. Pero tiene que ser un proceso marcado por las lealtades y la superación de los viejos sectarismos. IU dejó de ser esa posibilidad hace mucho tiempo, y la cuestión que se podrían plantear algunos es la de incorporarse a un amplio proceso unitario -que antes o después arrancará con fuerza-, o seguir caminando hacia la laminación por la socialdemocracia liberal.

Si hablamos de izquierda hay que hablar de revolución, de antiimperialismo y de lucha de masas




En estas semanas pasadas ha estado de actualidad la pugna dentro de Izquierda Unida por el puesto de cabeza de lista para las próximas Elecciones Generales. Por primera vez -se dice como algo significativo-, en IU se tiene que recurrir a realizar unas primarias para designar a quien se sitúe en la candidatura para la presidencia del gobierno.

En este escenario se han movido las posiciones interesadas en transmitir la imagen de que las dos candidaturas representan dos proyectos políticos diferentes. Nada más lejos de la realidad.

Es bueno recordar que el Comité Central del PCPE de diciembre de 1984 lanzó por primera vez su propuesta de Frente de Izquierdas. En aquel momento era una propuesta muy novedosa a la que no se daba gran credibilidad, pues no había en la izquierda estatal una posición favorable a la práctica de una política de alianzas. Pero en 1986, al calor de las luchas populares y de masas, nacía IU como expresión de aquella propuesta de dos años antes. Para el PCPE eso era el germen del Frente de Izquierdas, que formaba parte de nuestra propuesta política, y en ello nos comprometimos con todo nuestro esfuerzo. Posteriormente –como se sabe- fuimos expulsados “por rojos”.

Me ahorro narrar toda esa historia que creo que es sobradamente conocida pero, además, no es necesaria para el objeto de este artículo. Lo que me interesa dejar claro es que el PCPE, desde su mismo nacimiento, siempre ha tenido un proyecto de política de alianzas y que ha trabajado para llevarlo a la práctica en la medida de sus posibilidades, y del mismo desarrollo de la lucha de clases.

Lo que no es IU

IU hace ya tiempo que dejó de ser un proyecto unitario de la izquierda del estado español. En estos años se ha ido convirtiendo en una coordinadora de cargos públicos, en la que lo que queda del histórico PCE pelea su parte de la tarta.

La decisión, tomada congresualmente hace muchos años, de que el PCE no era mediador directo con las masas fue un nuevo punto de inflexión en el progresivo abandono de las posiciones revolucionarias en esa formación política.

Ello situó a IU como el sujeto político de la mediación. Un sujeto político interclasista ocupaba el lugar del partido de la clase. A partir de ese momento no hay posición revolucionaria, lo que hay es solo pacto interclasista para –dado que no hay objetivo de ruptura revolucionaria- participar en la gestión del sistema. El cual impone sus propias normas y su propia dinámica. Y, si se quiere jugar a “demócrata”, pues hay que aceptar las reglas del juego.

Puestos a ello, el inicio de la diáspora hacia la socialdemocracia oficial era el siguiente paso lógico. Así, la “casa común” fue el objetivo de los más apresurados. Otros y otras se quedaron para gestionar el mismo proyecto desde ese otro lugar.

No hay, llegados a este punto, proyecto de alianzas de la izquierda; y no hay propuesta revolucionaria anticapitalista.

Ni uno ni la otra representan nada distinto

En este escenario es en el que se llega a la celebración de las primarias. ¿Confrontan dos proyectos? Si así fuera habría que pensar que uno es socialdemócrata y el otro revolucionario, esa es la imagen que se quiere trasmitir a cierta base social de izquierdas que: o nunca miró a IU, o hace tiempo que se alejó de ella.

Haría falta alguna señal de que eso es así, y no la vemos.

Supuestamente la revolucionaria sería la de Marga, y la socialdemócrata sería la de Gaspar.

Faltan demasiadas cosas en el discurso de la primera para poder catalogarla de esa manera. Su carta de presentación no ofrece propuestas que confronten con el vigente sistema de dominación, se habla de retoques, de pactos, de Europa social, de feminismo pero no de lucha antipatriarcal, el imperialismo no existe, etc.

Del segundo conocemos su práctica política diaria y no ofrece dudas de su compromiso socialdemócrata.

El resultado de estas primarias no puede ser más clarificador. Se presenta primero un censo abultado para dar imagen de organización más o menos grande, pero luego al ver la baja participación y los resultados se hace ingeniería matemática para justificar la alta abstención de esos censos, inflados por una y otra parte. Pero el dato real es que el PCE tan solo ha llegado a reunir algo más de ocho mil votos para su candidata. Desde este momento ese es el tamaño máximo de dicha organización, pues ni tan siquiera todos esos votos son de militantes propios. El futuro, entonces, para ese colectivo no puede ser más incierto dentro de IU, han jugado y han perdido; y en las prácticas de esas políticas de la conspiración y el zancadilleo eso se paga con un alto precio.

Hablamos de revolución, hablamos de antiimperialismo y de lucha de masas

Hay elementos que son imprescindibles en un proyecto emancipador, sin los cuales no es posible transitar hacia la revolución socialista como objetivo estratégico.

Lo primero es que de revolución solo puede hablar un partido revolucionario, un partido que no haya caído en las sutiles redes de la burguesía y del neoliberalismo. No es ya aquello de Lenin de que “sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria”, sino que “sin partido revolucionario no hay proyecto revolucionario”. Quien en un tiempo de la historia fue un heroico partido revolucionario es hoy una triste caricatura; integrado en el Partido de la Izquierda Europea y subvencionado por la UE.

Precisamente esa pertenencia a una organización asimilada por la UE es la primera que niega hoy cualquier posición antiimperialista. La oposición a la guerra que se manifiesta –y que tiene un alto valor estético-, se apoya en valores morales y no en el riguroso análisis de clase. Así se puede mantener una apariencia de posición independiente que luego se contradice con el voto a favor de la Ley de la Defensa Nacional, y a ciertas expediciones militares consideradas “humanitarias” o “conformes a la legalidad internacional”.

Y, por si fuera poco, la lucha de masas se quedó durmiendo el sueño de los justos. Hoy todo se resuelve con una moción presentada por el grupo parlamentario correspondiente o con la gestión con un cargo público conocido por alguien de la dirigencia de turno. No hay que hacer esto porque llega la multa o no se puede cortar el tráfico porque nos funden la espalda a palos, y no se está en esto para recibir palos, sino para tratamientos más versallescos. La síntesis ha sido el pasar “de las masas a las mesas”.

La izquierda necesaria

La izquierda necesaria se construye en este país con un esfuerzo gigantesco por parte de gente muy honesta que está dispuesta a seguir en su sitio “cuando las papas queman”, y hay que decir que en estos años queman bastante.

El partido revolucionario es imprescindible para el futuro de emancipación que queremos construir, y en ello estamos todos los días, con nuestros aciertos y con nuestros errores. Pero vamos a seguir estando.

La política de alianzas, el Frente de Izquierdas, hay que construirlo con sujetos políticos y sociales muy diversos, en ello no hay exclusión alguna. Pero tiene que ser un proceso marcado por las lealtades y la superación de los viejos sectarismos. IU dejó de ser esa posibilidad hace mucho tiempo, y la cuestión que se podrían plantear algunos es la de incorporarse a un amplio proceso unitario -que antes o después arrancará con fuerza-, o seguir caminando hacia la laminación por la socialdemocracia liberal.

Pero en uno y otro caso las categorías del proyecto emancipatorio seguirán estando determinadas por el antiimperialismo, la lucha de masas y el horizonte de la revolución socialista y el comunismo.

En eso es en lo que hay que trabajar, y no andar perdiendo el tiempo haciéndole el caldo gordo a la socialdemocracia, que es lo mismo que hacérselo a la oligarquía.

 Carmelo Suárez. Secretario General del PCPE